El lanzado recientemente Mindcop pretende ser un juego de detectives que desafía las convenciones del género. En el juego, asumimos el papel de un detective con habilidades sobrenaturales, que puede surfear la mente de los investigados (de ahí el nombre del juego). Nuestro héroe ha sido enviado junto a su compañera Linda para resolver un asesinato en un pequeño y aislado campamento de recreo llamado Merrylin Crater Camp. El campamento turístico, fuera de temporada, se encuentra habitado únicamente por un pequeño grupo de trabajadores, uno de los cuales es el responsable del asesinato de la víctima llamada Rebecca. En el juego tendremos que utilizar las distintas herramientas que tiene cualquier detective para, en un tiempo limitado, resolver el misterio del asesinato.
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Mecánicas inteligentes que suponen un soplo de aire fresco
Durante el juego tendrás que recorrer los distintos escenarios del campamento para buscar pistas e interrogar al resto de personas que habitan allí, todas en principio sospechosas, como lo haría un investigador en la vida real. Sin embargo, lo que distingue a Mindcop es su sistema de gestión de tiempo: cada acción consume minutos. Esto es importante porque tenemos siete días (virtuales) disponibles para resolver el caso. Desde mirar un cartel hasta interrogar a un sospechoso, cada decisión cuenta, y cualquier uso innecesario del tiempo puede comprometer el éxito de la investigación. Esta decisión de diseño pienso que es fantástica desde el punto de vista de meternos en el personaje, ya que empuja a los jugadores a priorizar sus movimientos y a valorar qué deben o no hacer / revisar, añadiendo un nivel de tensión poco común en los juegos de este género.
Una de las características más originales de Mindcop es la mecánica de «surfear mentes». Para acceder a los pensamientos de un testigo, se debe superar un minijuego que consiste en alinear balas mentales en filas de tres dentro de un cerebro virtual. A pesar de parecer sencillo al principio, las mecánicas de las balas de colores, la velocidad en que salen las balas y el límite de tiempo lo convierten en un desafío. Superar este reto permite a los jugadores explorar la mente de los sospechosos, donde se podrán visitar tres puertas que esconden pistas sobre la persona que estamos interrogando, con un curioso matiz: hay una que es verdad, otra que es mentira y una que puede ser o verdad o mentira, pero a priori no se sabe. Esta inteligente mecánica añade un elemento psicológico al proceso de investigación que nos obliga a entender a los personajes para distinguir lo que su mente nos «está contando» y encajar esa información en nuestra investigación.
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Otro punto fuerte es que el juego nos da libertad absoluta para explorar y abordar a los distintos personajes. Así que podemos establecer la estrategia y el orden que queramos para llevar a cabo nuestra investigación. Pero también hay que tener en cuenta que las pistas e interrogatorios nos irán abriendo nuevas líneas de investigación. Por supuesto, cada línea de investigación es un tema más que tenemos que entender y, por tanto, preguntar, lo que impacta en el desarrollo de los interrogatorios y en el enfoque que le damos a nuestra investigación. Este enfoque no lineal sienta muy bien al juego dado que potencia la deducción lógica, brindando un nivel de inmersión poco común en este tipo de juegos. Sin embargo, esta libertad también implica riesgos: arrestar a la persona equivocada, por ejemplo, puede alienar a otros personajes clave y bloquear información valiosa para el resto de la partida.
Un balance entre innovación y dificultad
Mindcop destaca por su creatividad, es un hecho. Pero también puedo llegar a entender que este planteamiento de plena libertad no sea del agrado de todos. El no poder rebuscar en todos los rincones, tener que ser selectivos con lo que miramos o preguntamos, el manejo del tiempo, todo esto hace que el juego no sea trivial, todo lo contrario. Y entiendo que, en un momento en el que todo se nos da mascado, a más de uno tener que usar el cerebro para jugar puede resultarle chocante e intimidante y se pase a juegos más guiados (me estoy acordando del reciente Dragon Age: The Veilguard).
También es cierto que algunos apartados técnicos, como el sistema de movimiento (que implica ser cargado por la compañera Linda a velocidades absurdamente rápidas), o el simple manejo de la lupa para buscar las zonas a inspeccionar, pueden sentirse toscos. Pero son detalles menores que, pienso, no empañan la experiencia que el juego nos plantea.
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El apartado gráfico está planteado en tonos grises, como si de una película de Humprey Bogart se tratara (los más jóvenes no sabrán ni quien es este señor). Sin embargo, el diseño de personajes es más cercano a unos dibujos animados de Cartoon Network. Esta combinación hace que el juego mantenga un aspecto serio pero con un toque constante de humor que le sienta bastante bien para quitar algo de la carga negativa que tienen los asesinatos y el proceso de investigación. Sin embargo, llega un punto en que hay ciertos movimientos o escenas que se repiten hasta la saciedad y acaban cansando. Por ejemplo, son pocos segundos, pero la escena de cuando empieza el interrogatorio, la he visto tantas veces que ya me harta.
A pesar de estas peculiaridades, Mindcop ofrece una experiencia única en el género de los videojuegos de detectives. La posibilidad de perder el caso y tener que reiniciar el juego añade una capa de tensión que refuerza el impacto emocional del desenlace. Este diseño asegura que cada partida sea diferente, manteniendo el interés de los jugadores durante múltiples sesiones. Ahora, claro, una vez resuelto el caso, el juego pierde todo el interés y rejugabilidad. Pero, sinceramente, no creo que sea un problema si lo hemos disfrutado.
En resumen, Mindcop es un juego que desafía la mente y premia la perseverancia, ofreciendo una experiencia profunda y emocionalmente rica. Aunque no es para todos debido a su nivel de dificultad y diseño no convencional, los jugadores que disfruten de resolver misterios y enfrentarse a desafíos complejos encontrarán en este título una joya del género detectivesco.