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Recientemente, el canal Disney+ ha estrenado los dos primeros capítulos de una serie que, desde el momento que se anunció, tenía unas ganas tremendas de verla: Willow. La serie Willow es la continuación de la película del mismo título de los 80, una de las películas de mi infancia. Nunca entendí por qué una película tan espectacular en aquellos tiempo, con un mundo tan rico y con grandes posibilidades de desarrollo, nunca tuvo continuación.

Así que puedes imaginar que no he tardado en lanzarme sobre mi televisor para ver los dos primeros episodios de la serie. Y, al verlos no he podido más que acordarme de aquél dicho chino que dice: «Ojala consigas lo que deseas». Estaba claro que cuando Disney compró Lucasfilm, lo que buscaba era exprimir al máximo la vaca lechera, hasta dejarla seca. Pero al menos yo esperaba que, como en el caso del universo Star Wars y la serie de The Mandalorian, el primer tiro fuera algo más certero. Craso error… los primeros capítulos de Willow son un ejemplo de todo lo que se puede hacer mal en una serie.

Copiando sin inteligencia

Willow, la película, bien podía ser tachada de copia de la omnipresente obra de J.R.R. Tokien, El Señor de los Anillos pero, además de recordar que se filmó mucho antes, con unos medios muy lejos de los de la adaptación de Peter Jackson, lo cierto es que lo hizo con su propia personalidad, de una forma divertida. Era una especie de parodia que no se tomaba en serie el género de espada y brujería. Si a esto le añadimos un elenco de personajes con buena química y un Val Kilmer en plenitud de forma encarnando al típico personaje de bribón de buen corazón que George Lucas bordaba por aquél entonces (basta mirar al otros personajes de la cultura popular como Han Solo o Indiana Jones), conseguimos un producto fresco e imperecedero convertido en clásico familiar por méritos propios.

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Pero vamos a olvidarnos del original. Si esta serie de Willow no tuviera este referente lo que tendría que contar es que es una serie sin alma. Los dos primeros capítulos, casi 2h de metraje, no sirven más que para presentar la situación de partida y a unos personajes totalmente estereotipados. Tenemos a la princesa que se rebela contra su destino, no se sabe muy bien por qué. Tenemos a su amiga fiel que es todo lo opuesto a ella, la que sigue las normas al pie de la letra y que, además, por los inevitables cánones actuales, también resulta que es su novia. Por supuesto, no puede faltar el caradura de buen corazón que además hace las veces de elemento cómico del grupo (sin gracias ninguna, por cierto). Tenemos también a la protagonista encubierta, la que tiene que salvar todo que, por supuesto, no tiene el menor atisbo de querer salvar a nadie. Por último, tenemos al príncipe, quizás el único personaje que parece tener algún matiz. Aunque inicialmente se le presenta como alguien insulso, es el único que parece tener algo más no visible a simple vista.

No, no me olvido Willow, el protagonista. Seguramente, el personaje que más pena da, quizás porque tenemos en la cabeza el genial enano de antaño. Pero este Willow casi anciano no se parece en nada al joven que nos deleitó en la película original. Convertido en el gurú de la tribu, este nuevo Willow es engreído y no genera ninguna empatía. Al revés, su forma de hablar, tratando de controlar la situación aunque sea todo lo contrario, genera más rechazo en el espectador del que recuerdo en un personaje que se supone, tendría que ser el alma de la serie. Prácticamente cada intervención está acompañada por frases que quieren ser sentar cátedra, que al poco son desautorizadas por las gracietas que el propio Willow dice o reflexiona para sí mismo.

No hay que perder la esperanza

Además de los personajes, como decía antes, las tramas planteadas en la serie son también demasiado simples. El rapto de un príncipe es una excusa como cualquier otra, no lo voy a negar, pero es que parece que la serie avanza a golpe de cliffhanger. Solo ocurren cosas al final del episodio, para que nos quedemos con la impresión de que hay que seguir enganchado al siguiente capítulo. Esto, me temo, es práctica común en las series de hoy en día. Pero al menos podrían hacerlo con situaciones menos previsibles. Cuando la veas me dices si los cierres de cada capítulo no se veían a la legua…

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Pero, en cualquier caso, me sigo resistiendo a pensar que Disney va a meter la pata en una apuesta tan fuerte. La serie tiene todos los ingredientes para ser una serie de éxito. Tiene un mundo, que es de las cosas más difíciles de construir desde cero. Tiene personajes con potencial de ser queridos a poco que los guionistas los desarrollen de forma adecuada. Tiene una empresa como Disney detrás, capaz de respaldar económicamente a esta superproducción para que sea espectacular. Y, por supuesto, tiene una legión de seguidores que, con muy poco, seguro que respaldan la serie. Eso sí, aunque sea algo hay que darles (darnos), para que el esfuerzo merezca la pena. Espero que no intenten nuevamente que la nostalgia sirva para que nos traguemos cualquier cosa. Que los fans somos fieles, pero no tontos. Así que si, contarán conmigo para ver lo que queda de serie, aunque espero que no sea para reafirmar las primeras impresiones causadas por estos dos primeros capítulos. Todo lo contrario, espero que la serie vaya a más y que sirva para recuperar a Willow por una temporada.

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